septiembre 21, 2013

Eduardo Sacheri confesó que están pensando en una segunda parte de ‘Metegol’

El guionista de la taquillera película de Juan José Campanella brindó una charla en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Además, valoró la iniciativa del director de El secreto de sus ojos de que Metegol sea exhibida durante una semana a un valor de 10 pesos la entrada.

El escritor y guionista de la película Metogol afirmó que ya está pensando junto al director Juan José Campanella en hacer una segunda parte de ese film de dibujos animados, uno de los más exitosos de este año. El autor de numerosos cuentos sobre fútbol brindó una charla para los estudiantes en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

En diálogo con Aire Nativo, que se emite por Radio eLe, FM 93.30, Sacheri se mostró satisfecho por la convocatoria del film y porque Metegol se exhiba durante esta semana a sólo 10 pesos en todas las salas. Además, valoró el “haber laburado con (Juan José) Campanella” con quien ganó un Óscar por El secreto de sus Ojos, inspirada en una novela suya. “La verdad estamos empezando a pensar, Dios mediante, en una segunda parte, reconoció al hablar de Metegol. 

Sacheri se refirió a que durante esta semana la entrada cueste 10 pesos. “La verdad que me encanta. Es una iniciativa que tuvo Campanella pero no de ahora; apenas había salido la peli me dijo ‘cuando la peli esté terminando su ciclo esté bien barata, que pudieran ir pibes de las escuelas y arranca esta semana. Ojalá que la gente lo acompañe, aunque es una incógnita todo lo que pasa en el mundo cine. Es una linda oportunidad para que mucha gente que no la pudo ver porque no le alcanzaba el tiempo o lo le alcanzaba la guita, pueda hacerlo”, refirió.

Además, el también docente comentó sobre la cantidad de espectadores que asistieron a las salas para ver Metegol hasta el momento. “Estamos muy contentos porque era una incógnita ver animación argentina compitiendo con los tanques como Monster Inc o Mi Villano Favorito en plenas vacaciones de invierno era toda una duda. La verdad que meter 2 millones de espectadores estuvo espectacular. Ahora la película sigue su camino por el resto del mundo y es muy importante lo que pase afuera por lo que salió. Fue una película muy costosa. No sólo le tiene que ir bien en la Argentina, sino afuera también y esperemos qué pase”, comentó.

El autor de Esperándolo a Tito resumió cómo fue la experiencia de hacer la película. “La verdad que estuvo buenísimo laburar con un cuento del Negro Fontanarrosa, inventar una historia, que la dirija Campanella fue espectacular”.

septiembre 10, 2013

POSTALES de BS AS: Cuestión de fe

El arribo a Luján desde cualquier punto cardinal hace ineludible la vista de la emblemática Basílica, cuya figura destaca por estilo y magnitud por sobre el resto de las construcciones de la “Capital de la Fe”. 

Se trata de un templo católico dedicado a la patrona argentina, “Nuestra Señora de Luján”, que está ubicado unos 70 kilómetros al oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y fue construido entre 1887 y 1935. Su arquitectura presenta un estilo neogótico característico y resulta llamativa por sus dimensiones, ya que tiene una longitud de 104 metros, un ancho de 68,5 en el crucero y 42 en el frente. Además, tiene dos torres de 106 metros de altura, con una cruz sobre cada una.
El imponente templo se ubica en la ciudad conocida como Capital de la Fe, cuya población supera los 70 mil habitantes, según el último censo. La génesis de la basílica guarda relación con un mítico relato que sostiene que la imagen de la virgen María –que aún se conserva en el altar- fue la que eligió el sitio dónde detenerse y establecerse.
En una de sus jornadas más recordadas, el templo fue visitado por el Papa Juan Pablo II, en junio de 1982, en plena Guerra de Malvinas. En aquella oportunidad el Sumo Pontífice brindó una misa ante unas 700 mil personas.


El milagro inicial

Poco antes de 1630, un hacendado portugués residente en la actual provincia de Córdoba solicitó a un amigo suyo, marino de oficio, que le trajera de Brasil una imagen de la Concepción de María Santísima con el objeto de venerarla en una capilla que estaba construyendo en su estancia.
Su amigo cumplió el encargo con creces y le trajo dos imágenes, una que respondía al encargo y otra de la virgen con el niño Jesús dormido entre los brazos. Tras llegar al Puerto de Buenos Aires, ambas imágenes fueron colocadas en dos cajones y subidas a una carreta para continuar camino por tierra.
Al llegar a las orillas del Río Luján, los troperos detuvieron su marcha para pasar la noche en la estancia de un hacendado llamado Rosendo sin imaginar que al día siguiente no podrían mover la carreta al intentar retomar la senda. Luego de varios intentos, individualizaron la causa: al bajar una de las dos imágenes nada cambiaba; sin embargo, al descender la otra del carruaje, éste se movió sin dificultad.
Así fue que la imagen –según los relatos de la época- “eligió” dónde quedarse y la entrega tuvo que completarse solamente con la otra estatuilla. Entonces, Rosendo ordenó a un esclavo –identificado como el “negro Manuel”- y que había sido testigo del milagro, el cuidado de la imagen.
Manuel dedicó los siguientes años a venerar la figura de la virgen, manteniendo constantemente una llama encendida, y construyó una pequeña y modesta ermita con paredes de barro, techo de paja y piso de tierra donde estuvo colocada la imagen. La construcción de este primer templo finalizó en 1633.
Hacia 1671, una adinerada mujer de Buenos Aires llamada Ana de Matos se acercó al cura de la catedral, Juan de Oramas, para pedirle o comprarle la imagen. Entonces, se procuró un modesto Oratorio, junto a la casa de Matos. Al cuidado del culto fue puesto el Negro Manuel, su fiel servidor.
En 1682, Matos cedió las tierras con la condición de que la imagen estuviera perpetuamente allí. De esta forma, se convirtió oficialmente en una capilla pública y pasó al dominio de la Iglesia católica. A partir de allí, la estatuilla pasó por varios templos aunque sin abandonar la ciudad.


La construcción de la Basílica

La Basílica fue construida entre el 15 de mayo de 1887 y 1935 por los ingenieros Alfonso Flamand y Rómulo Ayerza, y los arquitectos Ulrich Courtois, Ernesto Moreau, Fleury Tronqoy, Sombrum, Trouve y Laspe. La piedra fundamental se colocó debajo del altar mayor, a cuatro metros de profundidad. La misma es blanca, originaria de Tandil y mide 1,22 metros de lado.
Su forma es la de un cubo con un hueco en el centro donde fue depositada el acta fundacional, junto con monedas de distintos metales, los retratos de los Papas Pío IX y León XIII, piedras de la Gruta de Nazareth y del Monte Calvario, de las Catacumbas de Roma, de los Santuarios de Loreto, del Pilar de Zaragoza, de Monserrat y de Lourdes, entre otras.


El interior

Detrás del altar principal, tallados en la piedra, resaltan los nombres de algunos de los fieles que realizaron donaciones para facilitar la construcción del edificio.
El 21 de noviembre de 1889, el padre Jorge María Salvaire elevó una solicitud al Arzobispo de Buenos Aires Monseñor León Federico Aneiros para emprender la pretenciosa obra. Desde allí hasta mayo de 1890, Salvaire se dedicó a realizar estudios preliminares para el desarrollo de la obra.
Una vez aprobados los planos de Ulrico Courtois y Alfonso Flamand, se iniciaron las obras el 6 de mayo de 1890. La excavación para el sostén de la estructura de la Basílica también estaba destinada para la cripta. Luego, se comenzaron a instalar los rosetones y se terminó el muro del lado Este y Sur. En el interior y en los talleres se estaba construyendo la escalera de mármol que lleva al denominado Camarín de la Virgen. En 1896, en tanto, comenzaron a instalarse los vitrales traídos de Bourdeaux.
En 1899 murió Salvaire -cuyo cuerpo fue sepultado en el Crucero Oeste de la Basílica- y fue sucedido en su cargo por el padre Brignardello. Ese mismo año, las torres de los cruceros ya habían llegado a los 30 metros de altura y se adquirieron los chapones para la parte posterior del edificio.
Las crónicas de la época detallan que para 1904 se habían construido las dos terceras partes de la obra. Simultáneamente, arribaron 14 estatuas de mármol de Carrara, destinadas al altar mayor. Finalizadas las obras del ábside, sus capillas, el camarín, el altar mayor y los dos cruceros, el 4 de diciembre de 1904 monseñor Terrero, Obispo de La Plata, inaugura las obras. En esta misma oportunidad es trasladada la Imagen de Nuestra Señora de Luján desde el Santuario de Lezica, su destino anterior, donde había permanecido desde 1763. En 1905, fue instalado el gran órgano ‘Cavaillé-Coll’ de París, el más potente de Buenos Aires, y los candelabros del altar mayor.


Las campanas

La Basílica cuenta con 16 estatuas de los apóstoles y evangelistas. Además, llegaron de Milán 13 campanas, con un peso total de casi 15 mil kilos. Entre 1922 y 1926 se levantan las dos torres completas y se coloca dentro de ellas el campanario y el carillón con los relojes eléctricos.
En 1922 fallece el padre Davani y al día siguiente asume el padre José María Gimalac, quien decide concentrarse en la construcción de la torre Este destinada al gran carrillón. Para 1924 fueron bendecidas las campanas, mientras que dos años después se terminó la colocación del armazón metálico de la torre Este y fue inaugurada.
En 1935 se da por finalizada la obra de la Basílica, teniendo lugar una serie de homenajes al padre Salvaire, a quien se le erige una estatua en la Basílica.


La visita de Juan Pablo II

Seguramente 1982 es un año bisagra en la historia de los argentinos. El epílogo de la más cruel de las dictaduras con un saldo de 30 mil desaparecidos. La guerra de Malvinas y los chicos que dejaron su vida en las islas. El mundial de España 82 donde Argentina no pudo defender su título de campeón. Y la visita de nuestro país del Papa Juan Pablo II.
El Sumo Pontífice realizó, el 28 de mayo, una visita apostólica a Gran Bretaña, que había sido acordada antes de que se desatara el conflicto bélico. Luego, y sin demasiada preparación, el Papa realizó una visita fugaz a la Argentina.
El 11 de junio, el Papa arribó a Buenos Aires y poco después de las 14 inició su viaje a Luján. En la Basílica, ante la imagen de virgen, Juan Pablo II oró por la paz y le ofreció la “Rosa de Oro” que le había traído desde Roma.
Allí, celebró la misa con los cardenales, obispos y sacerdotes presentes, ante una multitud compuesta por unas 700 mil personas. Juan Pablo II pronunció una homilía en la que exhortó a imitar a Cristo, pidió por los muertos en la guerra con Gran Bretaña y por la rápida terminación del conflicto. ©




* Publicado en Revista Metro #178 SEP 2013