junio 07, 2010

APEAD: un taller que protege e incluye

Se trata de un espacio dedicado al trabajo artesanal de personas con discapacidad. Allí, 35 personas con capacidades intelectuales diferentes producen cepillos, muñecos de peluche y pantuflas de forma artesanal.

Contención, trabajo y superación son características que no pueden dejar de mencionarse para referirse al Taller de la Asociación de Padres en Asistencia al Discapacitado (APEAD) donde 35 personas con capacidades intelectuales diferentes producen cepillos, muñecos de peluche y pantuflas de forma artesanal.

La Unión visitó el lugar y dialogó con el coordinador del área técnica, Felipe Holgado, que explicó la función del taller fuera de lo estrictamente comercial. "Le ayuda en una forma muy grande a los chicos en el aspecto social. Si en vez de estar acá, están solos en la casa sufren una involución continua. Acá están rodeados de una cantidad de personas y eso los ayuda a socializar", narró.

La integración al mundo del trabajo es muy difícil para las personas con discapacidad porque la mayoría de los espacios que se abren tienen que ver con la educación y no con vacantes en el mundo laboral.

A eso se refirió Mariela Grucci, coordinadora del área de producción de pantuflas y muñecos, que comentó "si hablas con los chicos te dicen que no quieren ser educados eternamente sino que quieren cumplir etapas como cualquiera, la escuela, un trabajo, tener su plata".

El sitio, que se encuentra ubicado a pocas cuadras de la estación de Lomas, es dirigido por una comisión de padres que comenzó a idear este proyecto "hace 25 años en el garage de una casa". Las personas que trabajan en el taller tienen de 25 a 60 años y complementan las actividades laborales con natación, atletismo y clases de cocina. Al respecto, Grucci aclaró que para "muchos fue la primera vez que cocinaron porque en las casas no los dejan".

La jornada de trabajo se prolonga desde las 8 hasta las 14, de lunes a viernes, y consta de diferentes actividades "según las posibilidades de cada chico", explicó Holgado que precisó la forma de organizarse: "El trabajo es compartido para que todos participen en el proceso de producción".

Algunos perforan las maderas que serán la base de los escobillones donde otros colocarán prolijamente las cerdas. Mientras tanto, en otra punta del taller algunas mujeres recortan moldes en tela que luego serán rellenados para dar forma a los peluches.

Las tareas son variadas y muy difíciles, pero los 35 trabajan prolijamente mientras escuchan los CDs que llevaron. Es que cada uno elije la música un día y respeta la favorita de los demás los siguientes. Todo sucede en absoluta armonía y con mucha organización. Se escuchan cargadas, y respuestas, referidas a resultados futbolísticos. "Anda mal Boca, pero les ganamos", decía un xeneize a un hincha de River, que se defendía.

Este ambiente parece cotidiano para los coordinadores que coincidieron en que siempre los "hacen quedar muy bien" por el comportamiento. "Tienen muchísima solidaridad y compañerismo, esas son capacidades que nosotros estamos perdiendo", se sinceró Grucci, a quienes muchas de esas personas con discapacidad consideran una madre, a pesar de ser más joven.

"Todos tienen una discapacidad mental aunque con distintos diagnósticos y esto (el trabajo) les ayuda a socializarse, desarrollarse y encontrar objetivos" expone Holgado.

Según le relataron los dos referentes a este cronista, los "chicos" --como llaman a los operarios cariñosamente-- se motivan ante cada nuevo desafío. Y por eso el taller, que recibe fondos de la Provincia de Buenos Aires para pagar 300 pesos mensuales a cada trabajador, también acepta trabajos por encargo de diferentes empresas, y de paso costea gastos de mantenimiento.

"El año pasado hicieron los muestrarios de las telas para una fábrica", cuenta Grucci mientras su compañero muestra orgulloso los productos terminados.

La venta de los productos, que son de muy buena calidad, se hace en el taller a precios muy económicos. Un escobillón se puede conseguir desde siete pesos, mientras que las pantuflas cuestan sólo cinco. Con la compra se ayuda al bolsillo y a mantener el espacio donde "estos chicos pasan su vida".

Para comunicarse con APEAD se puede escribir a felipeholgado@hotmail.com o visitar la sede ubicada en Lamadrid 524.

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