junio 17, 2010

El Palomar, experiencia local contra la adicción a las drogas

Los pacientes realizan talleres de cine, teatro y murga. Además, practican educación física y natación. Conviven organizados en comunidad terapéutica. 

Desde hace 15 años la Fundación El Palomar recibe a hombres y mujeres con problemas de adicción en Lomas de Zamora. La entidad es una de las pocas que trabajan con personas de ambos sexos y ofrece las alternativas de un tratamiento ambulatorio o con internación, dependiendo de las necesidades de cada caso. “Cada vez recibimos pibes más chicos”, reconoció, preocupada, la directora y fundadora de la institución, Gladys Madeddu, en diálogo con La Unión.
La organización sin fines de lucro, que costea los tratamientos con las becas estatales por paciente o con la obra social que éstos puedan tener, surgió a mediados de 1995 en una casa alquilada donde los profesionales trabajaban tres veces por semana, bajo tratamiento solamente ambulatorio. Según explicó la especialista, después “la demanda subió” y empezaron “a trabajar con internaciones”.

“En ese tiempo en zona sur no había nada”, recordó la referente del lugar, que ofrece talleres de clowns, teatro, cine, murga, educación física y natación a sus pacientes. Además, “El Palomar” brinda actividades para fortalecer la solidaridad y los valores de los internados. “La idea es que puedan rehabilitarse y se relacionen con lo social”, explicó Madeddu.

Uno de los puntos que caracterizan a la fundación es que comparte espacios con otras organizaciones sociales para hacer “más fácil” a los pacientes la reinserción con “el afuera”. “Esto de que sea una internación ‘urbana’, y que los chicos salgan los ayuda” evaluó.

El Palomar tiene capacidad para tratar a 30 personas, y la mayoría de las veces tiene su cupo completo: “A diario recibimos derivaciones (del Gobierno) de la ciudad y la provincia, pero estamos completos”, se lamentó Madeddu.

Además, la especialista resumió las etapas que afronta un chico -la mayoría tiene entre 10 y 21 años- para rehabilitarse: “Cuando llegan no se ‘bancan’ tener que cumplir normas básicas como bañarse, abrigarse o armar su cama. De a poco van acomodándose al encuadre, siempre con mucho afecto. Y al final, cuando llegan a la reinserción, no se quieren ir”.

Los profesionales abarcan el tratamiento desde un punto de vista multidisciplinario y por eso trabajan con psicoterapia individual y terapias grupales, además de fortalecer cuestiones de convivencia en grupo.

“La comunidad terapéutica es un dispositivo de tratamiento”, explicó la referente, que amplió: “hay mucha presión porque un chico que llega tiene que levantarse a una hora determinada, aprender a pedir permiso y otras cosas, pero también encuentra mucho afecto”.

La mayoría de los pibes que están siendo tratados en la institución fueron derivados. La referente explicó que normalmente cuando son acercados por esta vía “es porque agotaron todas las instancias de tratamiento” que propone el Estado, por lo cual casi siempre son internados.

“No hay un tiempo estimado de rehabilitación porque la estrategia para cada paciente es individual, cada uno va a necesitar sus tiempos para resolver sus cuestiones”, expuso Madeddu. Si bien dependen de las personas, los plazos nunca son inferiores a un año y medio.

“La recuperación tiene que ver con que cada uno de los pibes posee una historia dolorosa que está sufriendo. Necesita que alguien lo cuide y contenga: esto es desde llevarlo al médico hasta decirle lo que tiene que hacer”, expresó la referente de la organización, que se mudará próximamente para ampliar su capacidad de atención y mejorar sus instalaciones.

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